-Pero, Susana, ¿cómo se te ocurre ir al ambulatorio sin hablar antes conmigo? Ya estuve viendo a Don Cipriano, que fui de urgencia para que me informara de qué tenía que hacer. El otro día ya miró por la pantalla las pruebas y me dijo que no me preocupara, pero que, de todas formas, fuera al ginecólogo.
No te había dicho nada esperando al domingo, que vienes con Paco y los niños a comer, y así decidíamos qué día te venía bien para acompañarme.
-¡Jóe, madre!Es que parece que nunca nos entendamos, yo ya he ido al ambulatorio para coger la visita, que será el viernes 12, a las 10:00.
-Es que estoy pensando en no ir y dejarlo correr porque, si las pruebas están bien, como parece, y con lo mal que me lo paso, prefiero no ir.
-¡¡Ah!!, ni hablar del peluquín, vamos sin falta.Además, luego, el viernes, nada más terminar me voy a ir a la peluquería para teñirme, que ya tengo hora. Ese día no tengo que volver a la fábrica porque me dan un justificante y aprovecho,ya que los sábados están muy concurridos.
La Geli dice,también,que tienes que ir, que es importante que no te descuides, ella ya sabes que es muy aprensiva y va todos los años a un gine de su mutua.Dice que nosotras, tú y yo, pero tú más, somos “mu descuidadas”.
Me consume la rabia que sea tan estirada y siempre se crea en la verdad. Piensa bien, cierto, porque es inteligente, pero le pierde lo mandona que es y ataja los problemas con soberbia y ella nunca cumple con sus deberes, solamente piensa en sí misma.
Yo me lleno de preocupaciones, adoro a mi madre pero, en muchas ocasiones, me pone francamente nerviosa. La Rosen,para sus amigas, es la confidente: sabe callar y no hablar, nunca se queja, ni siquiera con mi padre. Ha sido maltratada por la vida, desde los diez años, que se puso a trabajar, hasta hace poquito, que se ha jubilado. Ha trabajado, ha tenido tres hijos, se ha apañado para llevarlos al colegio y cuidarlos y levantarlos palante. Ha gozado de buena salud, ha tomado pocas medicinas y sus pequeñas cosas y achaques que empiezan a aparecerle se los cura su médico, Don Cipriano, al que le tiene mucha fe.
Mi padre, a trabajar siempre, pero lo único que ha hecho traer dinero a casa y nada más. Si no tengo madre, no tengo nada; a mi padre, aunque le quiero, no lo notaría a faltar tanto. Por un lado, me arrepiento de mis pensamientos sobre mis hermanos, el Eusebio o la Geli. La Rosen necesita cuidados, ahora parece estar bien de salud, si consiguen curarle la agüilla.Ya los dos, mi padre y mi madre, van pa mayores.